miércoles, 16 de julio de 2014

Festejos.

El tipo tenía un pañuelo con cuatro nudos en la cabeza y soplaba un cornetín estridente. “¡Deutschland, Deutschland!”; gritaba envuelto en la bandera alemana.

Poseído por la furia, Rudecindo lo encaró con el rebenque en la mano. Por suerte, Tramontina lo sofrenó a tiempo.
-“Voy a callar a eze pastenaca, don Aparicio”.
-“Dejeló fanfarronear. No ve que es Max Weber”.
-“¿y quién es eze crestiano?
-“El Marx de la burguesía”.
Rudecindo, cual sudestada de odio, estalló al oír esas palabras. Tramontina lo tuvo que derribar con mucho esfuerzo, antes de que resolviera el pleito a rebencazos.
-“¡No sea chambón! Nos va a querellar la Azociazión Internacional de Soziología. Escuchémoslo, a ver que dize”.

Como un desaforado, Weber empezó a cantar agitando la camiseta del Borussia Dortmund:

Desde la ciencia proclamo,
A mi Alemania triunfante,
Impuso un juego brillante,
Sobre la raza latina,
Ha vencido a la Argentina
Con ética protestante.


Rudecindo lo corrió con el facón envuelto en el poncho. Pero, ya era tarde.  Weber se había perdido en medio de la multitud. Mascullando resentimiento y con lágrimas de impotencia, alcanzó a gritarle: -“¡Aprenda de Bourdieu, teutón enzoberbezido!”. Tramontina lo consoló con dos palmadas en la espalda: “Dejeló que grite, Rudecindo. En nuestro fobal, Sabella y nozotros tenemos otra escuela: la Escuela de Frankfurt”.