sábado, 5 de septiembre de 2009
Antropología de la Pampa
Antropología de la pampa.
El calor agrietaba la tierra. Parecía una locura que, en semejante día, alguien golpeara a su puerta. El francés estaba exhausto. - “¿Qué anda haciendo en este infierno, paisano?”; preguntó Aparicio. -“Un vaso de agua, monsieur Tramontiná. Soy Claude Levi-Vals, el fundador de la etnología”. El payador acotó con aire de entendido: -“Me lo imaginaba. Los mejores espertos en vinos son franceses”. -“¡Mais no, mon ami! Hablo de estructuras, de estructuras elementales. ¿Me entiende?” -“Por supuesto, señaló Aparicio. Es lo que le faltan a mi rancho, estructuras elementales. Cualquier ventisca lo desmorona”.
Luego de beberse un jarro de agua, el francés explicó los motivos de su campaña austral: - “Investigo la inocencia, la credulidad, el candor del hombre de campo”. Aparicio lo orientó: - “Tiene que ir al pueblo. Ahí puede hablar con un mocito por demás inocentón, un opa digamos. Le va a ser útil pa´ su trabajo. Es tan zonzo que ayer, en la pulpería, lo mandaron a pagar la factura de la Luz Mala. Un día oyó decir a su tío, en tono de queja, que había recibido un peludo de regalo y se la pasó varias noches revisando madrigueras con papel florido, cinta de celofán y moño. – “Un vegdadego imbécil”, señaló Levi-Vals. – “Sin embargo debo decirle que no come vidrio”. -“¿A veces recobra la sensatez?”, preguntó el francés. – “No. No come vidrio, lo trasporta en un carrito. Junta botellas que amontonan como ofrenda, a la vera de los caminos, anónimos bebedores de la pampa”. –“¿Y como se llama ese mocito?”. - “Le dicen el gauchito gil.”
Aparicio celebra y objeta:
Antropólogo famoso
De talento sin igual
Pontifica magistral
Sobre mito y sobre incesto
Una estatua ya le han puesto
De diseño estructural.
Su estructura es lapidaria
P'al cambio no hay momento
He de decir que disiento
Y con Marx en mi memoria
Reivindico yo en la historia
Dinámica y movimiento.
- “Usted es prisionego de la modernidad, Monsieur Tramontiná”, lo reprendió Levi-Vals al despedirse.
Solo frente al rancho destartalado, Aparicio contempló la tierra agrietada, el zaino flaco y tristón, las vizcacheras disputándole palmo a palmo el hábitat. Sintió la soledad aguijoneándole el pecho. Aquella noche, acostado en el catre apolillado, las palabras del francés le resonaron obscenas.
APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO.
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