martes, 9 de noviembre de 2010

Revuelo en el infierno.


Ayí abajo, la cosa está que arde.
"Estoy acostumbrado a convivir con bestias deleznables, pero hay un límite", declaró Mandinga al vespertino La Llamarada. Luego tomó la guitarra y descerrajó esta copla:


Si Massera pide pista
a este inmundo socavón,
este infierno se reserva,
el derecho de admizión.


Mas abajo, tras la bruma de sulfuro, otras voces manifestaban sus pareceres:

"Al lado de este, lo mio fue una fogata de San Juan", explicaba Nerón, rasgando la lira humeante.

"Por fin alguien que juegue a la batalla naval conmigo", susurró el Almirante Rojas, acomodándose el pañal chamuscado.


"¡Que no entre, el horno no está para bollos!"; comentó uno de los Apóstoles, recién llegado del Penal de Sierra Chica.

"Te espero con ardiente paciencia, Negrito", se santiguaba Diana Julio de Massot, mientras leía el obituario de La Nueva Provincia.

"¿Me traerá un recado de Licio Gelli?", pensaba López Rega mirando la bola de cristal derretida en su regazo.

"Estamos hartos de que nos hablen de la dictadura"; editorializó José Gómez Fuentes en el noticiero "60 Minutos en Llamas".

Bien en el fondo, en el alcantarillado pútrido del averno, millones de ratas alborotadas comenzaban la emigración.