sábado, 26 de diciembre de 2009

El acecho de Mandinga.

- “¡Don Aparicio, ayúdeme, me está acechando Mandinga!”.
El payador abrió la puerta del rancho y vio la cara compungida del visitante.
- “¿Donde, paisano?”; preguntó Tramontina.
- “Del otro lado del bañado, en el potrerito que empieza detrás de las totoras. Nos manda sus horribles sortilegios cada vez que practicamos: una granizada, avispas asesinas, rejucilos que eletrizan los pelos. Los muchachos están asustados. Yo también, Aparicio”.
Al día siguiente, el payador se acercó al potrero. Observó la práctica, cuerpo a tierra, oculto entre las totoras. El espectáculo asombraba; funcionaba como un mecanismo de relojería. Uno de los muchachos ejecutaba el corner, varios cortinaban en el área chica y, por detrás, sin que nadie lo esperara, el cabezazo letal, imparable. Una y mil veces, ante la desesperación de los defensores, la pelota recorría el aire envuelta en efectos inescrutables, para terminar en el fondo del arco. No había caso, la estrategia del entrenador parecía infalible. Mandinga tenía razones pa’ preocuparse.
De pronto, lo imprevisible. Un zumbido ensordecedor brotó del interior de las totoras. La nube aterradora oscureció el cielo, formó una espiral siniestra y miles de langostas cayeron en picada sobre el potrero. El entrenador y sus muchachos se dispersaron en todas direcciones. La manga voraz arrasó el campo de juego dejando expuesto el vientre yermo del suelo. Aparicio oyó la repulsiva carcajada de El Maligno. Llegó a él rápidamente, olfateando la inconfundible estela de sulfuro y orina de chivo. Lo sorprendió meando la pelota, el rito de la maldición. Sin avisar, el vuelo del facón cortó los tiradores del bombachón dejando a La Bestia rugiendo en calzones. La metamorfosis fue prodigiosa. El cuerpo se ensanchó, la frente bulbosa deformó su horrible cabeza y dos cuernos brotaron bajo la crencha mugrienta. Las costuras de la camisa estallaron, los botones saltaron como proyectiles. La Bestia musculosa era inmensa, como un Increíble Hulk entomatado y vengativo.

El Maligno:

Voy a destruir ese equipo,
Que con destreza increíble
Hace la hazaña posible,
Con atitud abnegada,
En esta triste morada,
Solo yo soy invencible.

Aparicio:

Usté es el fruto perverso
de la supina inorancia,
su repulsiva fragancia,
envuelve un opa forzudo,
pa’ colmo, necio y cornudo,
que vive de la vagancia.

Esos muchachos merecen,
Mis sentimientos piadosos,
Sus corazones fogosos,
Desafiaron con coraje,
La vanidá y el ultraje,
De ricos y poderosos.

Antes de que amagara empuñar el tridente, Tramontina ensartó el facón verigero en el pecho de la mole. Cientos de pequeñas alimañas pampeanas saltaron de su cuerpo en llamas. La maldición estaba destruida. Zubeldía y sus muchachos podían emprender el viaje a Manchester.






miércoles, 23 de diciembre de 2009

El cazador insolente



Eran dos caminantes. El que venía adelante llevaba la escopeta en la mano y gesticulaba ampulosamente. Vestía chaqueta de cazador, pantalones cortos y casco de explorador con mosquitero ajustado al cuello. Tres pasos atrás, lo acompañaba su ayudante, que también oficiaba de traductor.
Con la impertinencia de un patrón de estancia, el cazador encaró a Tramontina.
- “¡Atenzione! ¡A arrivato il Cavaliere Silvio! ¿Tu sei Tramontina, il gaucho?”.
Aparicio lo miró con recelo. No le gustó la jerga confianzuda, el ademán prepotente. “¿Y usté quien es?, le preguntó con aire de distraído, destapándose un oído con el dedo índice.
- “Sono il cacciatore piú grande della Lombardía”, dijo. Luego echó una mirada impaciente sobre su ayudante: ”Fai la traduzione, Peppino”.
Peppino di Capri repitió, resignado: - “Soy el cazador más grande de la Lombardía”.
El visitante arremetió con descaro: - “Voglio comprare tutta questa terra per fare un coto di caccia”. Luego parodió una escena de caza apuntando su escopeta en todas direcciones: - “¡Pum, bestia in terra!”, repetía, en estado de éxtasis, luego de cada maniobra.
- “El terruño no se vende”, lo interrumpió Tramontina con gesto sombrío.
El cazador no se inmutó: “¿Dove sono i leoni e i buffali?”
- “Anda extraviao, paisano. Apenas es temporada de copetonas”, ironizó Aparicio.
- Allora, voglio sparare agl' indiani”. Impaciente, le ordenó a Peppino: ”¡Fai la traduzione, stronzo!”.
Avergonzado, Peppino murmuró con un hilo de voz:
- “Entonces… quiero dispararle... a los indios”.

Antes de tomar la guitarra, Tramontina clavó el facón en el tocón que usaba como asiento. El temblor de la hoja hundida en la madera electrizó el aire caldeado de la tarde.

Esta advertencia revela
Mi temple de ecologista,
la convizión pacifista,
Aquí un límite traza,
Es pasatiempos la caza
De un cretino o de un fascista.

Su vil codicia delata
A un burgués cruel y mundano
Con su dinero malsano
No compra usté hegemonía
Enfrenta aquí rebeldía,
De un gaucho firme y gramsciano.

El visitante ignoró los versos de Aparicio. Se alejó del rancho, atraído por una bandada de teros que levantaba vuelo sobre el bañado. En la persecución, disparaba a mansalva sobre cuanta criatura volara o se arrastrara por la pampa.
Aparicio y Peppino cruzaron en silencio sus miradas.
El payador rompió el mutismo: -“Sospecho que su puntería es certera, paisano”. Peppino di Capri asintió. Con parsimonia apuntó su escopeta sobre un blanco en movimiento. El disparo fue sepultado por el graznido de los teros. “¡Pum, bestia in terra!”, dijo al despedirse.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Max Turben visita el blog de Aparicio (2). Digresiones y sentencias intempestivas

La mayoría de los científicos que celebran al Círculo de Viena ni siquiera conocen su diámetro.

La influencia del Positivismo en las ciencias sociales ha sido negativísima.

Nietzsche es ese tipo de filósofos que de lejos parecen canallas y de cerca despejan todas las dudas.

¡Pongamos coto a la verborrea antropológica en las ciencias sociales! Conceptos como otredad y alteridad me producen hartedad.

Considero que algunos aportes de las investigadoras feministas a las ciencias sociales son todavía controversailes. Por ejemplo, el concepto de Género deja mucha tela para cortar.

Hace muchos siglos, con el fin de combatir el aburrimiento, jóvenes aspirantes a monjes budistas inventaban nuevas y arbitrarias palabras para designar fenómenos y objetos ya conocidos. La antigua tradición solo ha perdurado en los Licenciados en Ciencias de la Educación, aunque sin alcanzar tan noble fin.

Henry Kissinger ganó el Premio Nóbel de la Paz en 1973. Al año siguiente, una asociación de veteranos de guerra alemanes reclamó, ilusionada, el Nóbel de Medicina para el doctor Joseph Mengele.

Los historiadores creen que en la Batalla de Platea, el 27 de agosto de 479 A.C., los generales atenienses y espartanos dirigieron la victoria sobre los persas cómodamente sentados.

Empédocles, filósofo de Agrigento, fue desterrado al perder las elecciones en el 436 A.C. Probablemente la soledad y el desarraigo lo inclinaran hacia la bebida.

Afirmo que varios historiadores revisionistas argentinos comulgaron con los preceptos morales y religiosos que gobernaron China entre los siglos II y VII; su obra sembró el confucionismo.




Max Turben estimando el diámetro del Círculo de Viena ante una pregunta del reportero de la revista Science

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Un invitado a la página de Aparicio. Max Turben, el epistemólogo iracundo.

A lo largo de la historia de la ciencia, las controversias en torno a cuestiones teóricas y metodógícas suscitaron fogosos debates. Cuestionamientos de paradigmas, guerra de conceptos, crisis de criterios de objetividad, dudas sobre la prognosis científica, ataques a las pretensiones legaliformes de las ciencias sociales, etc. han sido algunas cuestiones debatidas, en ocasiones, con excesivo fragor. En estas lides se fogueó el temple del irascible epistemólogo alemán Max Turben, una de las figuras sobre las que el olvido ejercitó su labor más despiadada. Ya nadie recuerda aquel potente vozarrón que hacía vibrar los vidrios de congresos y seminarios desmontando sofismas y palabreríos insustanciales, recusando argumentos inverificables o desnudando el merodeo de arcaicos y novedosos irracionalismos.
Aunque sus huellas son evasivas, algunas de las intervenciones de Turben fueron memorables. En una de las sesiones del Círculo de Viena desmintió las insulsas cavilaciones de Wittgenstein con un tórrido alegato realista y un ajustado cross a la mandíbula que desmoronó a su contrincante sobre el regazo del doctor Rudolf Carnap. - “Métase el Tractatus en el orcto”, le gritó antes de salir dando un portazo.
En otra ocasión, Turben se enzarzó en una vitriólica polémica con Kart Popper. Cuando el eminente profesor austriaco ingresaba a un cóctel de la Real Sociedad Filosófica de Viena, Turben le espetó sin prolegómenos: - “Su noción de Historicismo apesta. Es una bolsa de gatos conceptual que mixtifica argumentos mal decantados. Lo espero afuera, si es macho”. Justo a tiempo, la Guardia Imperial vienesa impidió la trifulca.
También Weber fue objeto de los espasmódicos cuestionamientos de Turben. - “Si la ética protestante es la causa del capitalismo, ¡explicá cómo carajo se desarrolló Japón, cagatintas!”; le gritó desde el fondo del auditorio de la Universidad de Munich, antes de iniciarse una conferencia. Weber no se amilano: - “¡Provocador marxista!”, lo injurió mientras se arremangaba para la riña. La oportuna intervención de un grupo de alumnos frenó los forcejeos al pie del atrio. Cuando lo retiraron del recinto, Turben era un búfalo enfurecido. - “El espíritu del capitalismo aceita las páginas de tus libros, gil. ¡Andá a enderezar bananas con Sombart! ”.
El fuego sagrado de la crítica encendía el corazón de Turben. En ocasiones, como un bonzo.



En una insólita actitud sosegada, Max Turben explica sus argumentos a un cronista ubicado a prudente distancia.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Arduo oficio la esperanza



Una brisa promisoria
a los pueblos dignifica
el Evo no se achica
por Justizia va de Frente
un camino convergente
recorre el Pepe Mujica.

Quiera la historia paisano,
equipare su balanza,
y si peco de confianza,
en deseos ilusorios,
guardo en mis repertorios,
lugar pa´ la esperanza.



Los dejo, compañeros. Después de esta proclama tengo que blindar rancho. Se viene la represalia de la Carbap y la Sociedad Rural.
Caracho! Ya se acercan los tratores...

martes, 1 de diciembre de 2009

El facón y la flecha.




El temblor zamarreó al rancho. Costras de adobe se desprendieron de las paredes. La brutal sacudida provocó una lluvia de polvillo y matojos de paja caídos del techo. La marea marrón de miles de pezuñas arremetía desde el fondo de la pampa. Aparicio, facón en mano, se encomendó al destino. Milagrosamente, los gritos de los guerreros sioux detuvieron a los búfalos a escasos metros de la catástrofe. Al disiparse la polvareda, el rancho quedó rodeado por un mar de bufidos y cuernos enfurecidos. Mandinga había soltado a sus criaturas horripilantes.
“¡Estas no son horas pa´ rodeos, paisano!”; gritó Aparicio con el corazón en la boca.
Caballo Loco se acercó para tranquilizarlo:
–“No tema Aparicio. Todo está bajo control. La estampida se inició en Dakota luego del ataque del VII de Caballería. Es la guerra sucia de Custer”.

Caballo Loco:

Custer es cruel asesino,
De pueblos americanos,
Chorrean sangre sus manos
Haciendo infame su gloria
Ganó un sitio en la historia
Matando a niños y ancianos.

Aparicio:

Conozco bien esa runfla,
Mi juicio no se equivoca,
Progreso grita su boca,
Mientras al indio despojan,
Matando ni se sonrojan
Mitre, Zeballos y Roca.

Antes de la despedida, el mate y la pipa de la paz sellaron el extraño sincretismo de la hermandad.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Desembarco


Pisaron los cangrejales de la costa de Samborombón bajo el fuego de las baterías de Rosas. Lograron remontar penosamente el barranco y se escabulleron entre los pastizales. Aparicio se acercó temerariamente. La andanada de disparos zumbó a su alrededor. – “¡Agáchese, Aparicio!”; le gritaron. El payador se arrastró por los senderos abiertos por las vizcachas. Al cabo de unos minutos logró acercarse a los recién llegados. Eran apenas doce y el barro cubría sus uniformes. Estaban hambrientos y desorientados. Llegaron al rancho en un anochecer sin estrellas.

Uno de los fugitivos:

Nos sorprendió el huracán
Y la tormenta furiosa,
Esa ventisca alevosa
El rumbo nos hizo perder,
Paisano, debe torcer
Esta suerte borrascosa.

Otro:

No reconozco la playa,
Son estas costas austeras,
Las aguas son extranjeras,
Extrañamente marrones,
Dígame usted las razones
De la ausencia de palmeras.

Luego de varias rondas de mate y caña, Aparicio rompió el silencio.

El corazón del rebelde
Siempre la historia reescribe,
La adversidá no lo inhibe,
Pero bien vale un consejo:
Con brújula y catalejo
Van a llegar al Caribe.

Condujo a la patrulla perdida hasta la costa antes del amanecer. Los ayudó a cargar los pertrechos de guerra y les suministró una ración de yerba y galleta. – “¿Y, Aparicio, sube o no sube?, le preguntaron. Tramontina se excusó: - “Ya hay un criollo a bordo”. Cuando el sol se asomó sobre el río marrón, el Granma era un punto insignificante en el horizonte.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Antropología de la Pampa


Antropología de la pampa.

El calor agrietaba la tierra. Parecía una locura que, en semejante día, alguien golpeara a su puerta. El francés estaba exhausto. - “¿Qué anda haciendo en este infierno, paisano?”; preguntó Aparicio. -“Un vaso de agua, monsieur Tramontiná. Soy Claude Levi-Vals, el fundador de la etnología”. El payador acotó con aire de entendido: -“Me lo imaginaba. Los mejores espertos en vinos son franceses”. -“¡Mais no, mon ami! Hablo de estructuras, de estructuras elementales. ¿Me entiende?” -“Por supuesto, señaló Aparicio. Es lo que le faltan a mi rancho, estructuras elementales. Cualquier ventisca lo desmorona”.
Luego de beberse un jarro de agua, el francés explicó los motivos de su campaña austral: - “Investigo la inocencia, la credulidad, el candor del hombre de campo”. Aparicio lo orientó: - “Tiene que ir al pueblo. Ahí puede hablar con un mocito por demás inocentón, un opa digamos. Le va a ser útil pa´ su trabajo. Es tan zonzo que ayer, en la pulpería, lo mandaron a pagar la factura de la Luz Mala. Un día oyó decir a su tío, en tono de queja, que había recibido un peludo de regalo y se la pasó varias noches revisando madrigueras con papel florido, cinta de celofán y moño. – “Un vegdadego imbécil”, señaló Levi-Vals. – “Sin embargo debo decirle que no come vidrio”. -“¿A veces recobra la sensatez?”, preguntó el francés. – “No. No come vidrio, lo trasporta en un carrito. Junta botellas que amontonan como ofrenda, a la vera de los caminos, anónimos bebedores de la pampa”. –“¿Y como se llama ese mocito?”. - “Le dicen el gauchito gil.”

Aparicio celebra y objeta:

Antropólogo famoso
De talento sin igual
Pontifica magistral
Sobre mito y sobre incesto
Una estatua ya le han puesto
De diseño estructural.

Su estructura es lapidaria
P'al cambio no hay momento
He de decir que disiento
Y con Marx en mi memoria
Reivindico yo en la historia
Dinámica y movimiento.

- “Usted es prisionego de la modernidad, Monsieur Tramontiná”, lo reprendió Levi-Vals al despedirse.
Solo frente al rancho destartalado, Aparicio contempló la tierra agrietada, el zaino flaco y tristón, las vizcacheras disputándole palmo a palmo el hábitat. Sintió la soledad aguijoneándole el pecho. Aquella noche, acostado en el catre apolillado, las palabras del francés le resonaron obscenas.
APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Un payador incomprendido


La obra poética de Tramontina despertó juicios dispares entre los críticos literarios. Mientras algunos la consideraron anodina e inconsistente, otros la juzgaron repulsiva y execrable. Contra viento y marea, el payador continuó componiendo, amparándose en el refrán “persevera y triunfarás”. (Evaluando la trayectoria completa del payador, algunos críticos propusieron explicarla a la luz del dicho “Persiste e irritarás”).
La pasión guitarrera de Aparicio se combinó con su temple altivo y belicoso. Guitarra y puñal se fundieron en su espíritu, más indómito que creativo. El resultado de esta convergencia fueron coplas filosas, aunque desafinadas. Se sabe, el equilibrio perfecto no existe en la naturaleza ni en el arte.
Los trazos maestros del itinerario del poeta cuchillero se delinearon en la infancia. Al recitar en los actos escolares los versos del Martín Fierro llenaba de asombro al auditorio y de tajos a la bandera de ceremonia. Durante la juventud se acentuó la atracción del poeta por todo tipo de armas blancas, por las bebidas blancas, por la blanca,,, nieves fue su lectura infantil predilecta, aunque sospechaba promiscuidad en los patrones de conducta de la heroína con los enanos.
Enfrentado a la incomprensión y al rechazo, Tramontina siguió componiendo coplas rurales que pretendían sorprender al público con rimas ingeniosas y chispeantes. La pretensión fue vana.
Sin embargo, las composiciones expresaron la esencia del hombre de la tierra, del gaucho indomable y galante que disfruta de un crepúsculo acogedor besuqueando a su China querendona y montando a su zaino de pelo hirsuto. (Bueno, en realidad, estos son hábitos comunes a la gente de tierra adentro, ritos ancestrales que trascienden a la figura de Tramontina; son, lo que se dice - parafraseando a Raymond Williams- , estructuras de sentimiento; o componentes del habitus, si seguimos la perspectiva de Pierre Bourdieu... En fin, no divaguemos más…y retomemos la presentación). Decíamos que Tramontina encarna al gaucho galante que disfruta besuqueando a su zaino querendón y montando a su China de pelo hirsuto en, lo que se dice, un verdadero crepúsculo acogedor.
Presentamos, a continuación un repertorio de opiniones proferidas por figuras consagradas de la literatura local e internacional, aludiendo a las escuálidas virtudes y frecuentes limitaciones del arte de rimar cultivado por el payador de Pila. La lista incluye los comentarios de Don Atalhualpa Yupanqui, José Hernández; Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Juan Gelman, Alfonsina Storni, entre otros. Los dictámenes fueron expresados en rigurosos sextetos octosílabos, de rima consonante, a los efectos de conferir musicalidad a los argumentos y de escarmentar al descarriado payador.

lunes, 31 de agosto de 2009

Tramontina encoleriza al maestro Tuñón.


Ha deshonrado la rima,
dijo Gonzalez Tuñón,
es Tramontina un huevón,
hace del plagio receta,
su entonación es berreta,
y escribe con un muñón.

Aparicio provoca la ira de Gelman


Gelman rompió su silencio,

pa' desnudar al patán:

"oigan al pelafustán,

hace sufrir la guitarra,

con esa rima bizarra,

parece Silvio Soldán".

Tramontina indigna a Alfonsina


Muy irritada Alfonsina,

mujer de bello cantar,

lloró con mucho pesar,

por esa rima insolente,

caminó triste y doliente,

quiso ahogarse en el mar.

Dylan dictó su sentencia,

seria, solemne, erudita,

odio su rima maldita,

burda, soez, imprecisa,

esa guitarra precisa,

tres cargas de dinamita.

Tramontina incomprendido 4


Reacción violenta produjo,

al gran Pabla Neruda,

con actitud confianzuda,

dijo muy serio y absorto

la rima es un aborto,

sencillamente boluda.

Tramontina incomprendido 3




Borges lo dijo muy claro,

con lucidez predecible,

para tertulia sensible,

es payador populista,

al igual que un peronista,

me resulta incorregible.

Tramontina incomprendido 2


Hernández dijo furioso,

la versación es hirsuta,

ha desandado la ruta

y chapucea fulero,

antes de leerlo prefiero,

mezclar caña con cicuta.

Tramontina incomprendido 1


Leyó Don Ata los versos,

tosió rayos y saetas,

aulló blasfemias concretas,

y lagrimió sin consuelo,

Tramontina es flagelo

y escarnio pa' los poestas.

sábado, 22 de agosto de 2009

pesadilla.









Me despertó un sobresalto,
muerte en la noche latía
Algo fiero presentía,
Vi acechando en el viento
Un Cuervo sucio y hambriento,
a Trelew se dirigía.

jueves, 13 de agosto de 2009

Ochentitré


Ocho décadas después,

al porfiado timonel,

forjado por el cincel,

de la razón insurgente,

mas viejo, pero creyente,

hoy te saludo, Fidel.

jueves, 23 de julio de 2009

El cuervo y las moscas


Un vaho espeso de carne tumefacta se adelantó a la llegada del carromato. Las pesadas ruedas habían dejado un surco de gramilla marchita a su paso. Lo arrastraban cuatro corceles negros que soplaban espuma por sus hocicos. Frente al rancho, el torvo dominico tiró bruscamente de las riendas y detuvo el carretón. Tomás de Torquemada había llegado a Pila.

El dominico:

Aroma a azufre presiento
En esta casa arruinada
Por estar muy endiablada
El exorcismo yo inicio,
Mandinga y el Aparicio
Son una yunta malvada.

La Inquisición purifica
Esta pampa anarquizada
Irreverente morada,
Del ateísmo y del vicio,
Ya llega el Santo Oficio,
Con hoguera incorporada.

Aparicio salió del rancho espantando al enjambre de moscas verdes que acompañaban al pérfido fraile. Lo miró desafiante y le espetó en lengua vulgata: - “¡Pila es santuario de herejes, de perseguidos y del lagarto overo!”
Tramontina:

Santurrón no me provoque,
Baje ese cetro ominoso,
Este facón es mañoso,
Pronto se sale de quicio,
No lo insulta al Aparicio,
Ningún cuervo apestoso.

El monje de las sombras agitó el bastón para fulminar al payador, desencadenando una orgia de moscas verdosas en el aire. - “¡Penitentia Aparicius Maleficorum!”-, chilló en latín. No tuvo tiempo de repetir la amenaza. El silbido del facón se abrió paso entre el mosquerío enardecido. La ráfaga letal se hundió en la frente del cabrón ensotanado.
- “Officium interruptus” -, murmuró Tramontina al ingresar al rancho.

miércoles, 22 de julio de 2009

Una cruz de fuego



La noche alcanzó a los jinetes en la mitad del camino. Regresaban de Realicó, donde se había realizado una conferencia de las tribus pampeanas. En silencio, cabalgaban junto a Tramontina, Calfucurá, Catriel, Painé, Baigorrita, Sayhueque y el Indio Solari. Un extraño avistaje detuvo la marcha. La enorme fogata se levantaba con furia sobre el luto nocturno. Se acercaron con cautela. Frente al rancho en llamas, una decena de energúmenos profería amenazas. Estaban enfundados en sábanas blancas y protegían su rostro bajo capuchas puntiagudas. (La horma justa de sus cerebros, pensó Tramontina). Habían clavado una cruz de fuego frente a la vivienda de la desdichada víctima. Se preparaban para el asalto.

El Gran Dragón de la Camelia Blanca (uno de sábana):

El Ku Klux Klan prende fuego
con ira supremacista,
ya nuestra llama racista,
quema la casa y la prosa
del negro Fontanarrosa
¡qué irreverente humorista!

Tramontina no necesitó pronunciar arenga. Los jinetes ya habían tomado posiciones de ataque. Lanzas, flechas, chuzas, macanas y boleadoras apuntaban a la ronda de capuchas. “Una sábana, un blanco”, le susurró Calfucurá a sus compañeros.
Tras la puteada de Aparicio, el malón se lanzó a la refriega.

Aparicio:

Lluevan las lanzas y flechas,
Venganza tienen prevista,
Hoy la piedá no ezista,
Pa´ esta horda asesina,
Ya nuestra tierra argentina,
Será tumba del racista.

La arremetida del malón fue feroz y fulminante. Los rastros del combate se percibían, varios días después, en las sábanas enrojecidas atascadas en los espinillos.

APARICIO TRAMONTINA, UN FACON HECHO CANTO.

lunes, 20 de julio de 2009

Un rugido en la pampa.

La inusitada ráfaga de pasión venía desde el norte. Abrió un surco tremendo entre los pastizales y estremeció las copas de los ombúes, talas y espinillos. La tierra pareció temblar bajo el peso de una inmensa estampida de ganado cimarrón. Desde varias lagunas, miles de flamencos rojos y blancos levantaron vuelo tapizando el cielo con estrías de aquellos colores. Aparicio supo que era el inconfundible color de la alegría:


Qué mística poderosa,
Jué cuna de rebeldías,
Con antiguas energías,
Hoy subleva corazones,
Y cosecha emociones
Que creímos utopías.

Paisano, yo le confieso,
Es preciso que lo cuente,
Se nos ha güelto frecuente,
Que las glorias del pasado,
Con fervor tan obcecado
Triunfen en nuestro presente

Lejos, el Sesenta y Ocho,
Fuego sagrado templaba,
Cuando la tierra temblaba,
Vi el coraje hecho bandera
Que victoriosa y señera,
Roja y blanca flameaba.

viernes, 10 de julio de 2009

La revelación.





“¡Son los chanchos de Biolcatti!”, entró gritando el Rudecindo. Aparicio lo frenó en seco: “A esta hora no estoy p’acertijos”. El peón, tembloroso, se aferró al brazo del payador. “¡Créame, los vi con mis propios ojos cuando regresaba de la pulpería! Llevan a los chanchos enfermos a revolcarse en las aguas del Salado y del Samborombón en la noche. Es la piara maldita; la causa de la peste. ¡Míreme, tengo signos de la influenza, Aparicio!”. - “De la influencia de la grapa”, - desconfió Tramontina. El peón desesperaba: -“¿No comprende? El virus de la gripe lo transmiten los chanchos que Biolcatti cría para la Smithfield de Virginia ¡A ver si lo entiende de una vez!”.
Dos intuiciones convencieron al payador de que el Rudecindo no mentía. Una fue el tono vehemente con que hablaba. La otra, la extraña cuadrilla de uniformes blancos que rodeaba el rancho. Parecían salidos de la serie Los Invasores. Llevaban mascarillas de oxígeno y apuntaban los lanzallamas hacia el rancho. Munido de un megáfono, Roche, el jefe de los intrusos, intimó a Aparicio: - “¡Tiene que comprar los medicamentos ya mismo o convertimos en ceniza su rancho! Además, no lleva puesto el barbijo”.

Roche:

Debe pagar los remedios,
Un ultimátum le damos,
El Tamiflú fabricamos,
De Suiza para Argentina,
Abone ya Tramontina,
O el rancho le quemamos.

Pero la situación cambió abruptamente. Al grito de “¡Tengo la gripe porcina!”, el Rudecindo, en un acto de arrojo, arremetió contra Roche. Lo derribó, le quitó la mascarilla de oxígeno, tosió varias veces sobre su rostro y le espetó un salivazo verdoso. La cuadrilla huyó espantada dejando al jefe chillando como un marrano. Aparicio no podía con su asombro: - “Rudecindo, usté es un mártir. ¡Actuó como un arma bacteriológica! ¿Dónde aprendió esa técnica?”.

El Rudecindo:

Semejante corajiada
No la aprendí en Argentina
Mi vida jué clandestina
Lo digo sin espamento
Me entrené en un campamento
De Hezbollah en Palestina.

La pampa seguía siendo una caja de Pandora para Tramontina.
APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO.

lunes, 8 de junio de 2009

Aparicio hace una excursión a los indios ranqueles.



Luego de largas cavilaciones, Aparicio emprendió el largo viaje a las tolderías. Dos razones lo decidieron a hacer la travesía a caballo. Una fue que su zaino conocía de memoria los traicioneros caminos de la pampa. La otra, el escandaloso aumento del pasaje del “Pullman General Belgrano”. Al llegar a Melincué, encontró los ánimos soliviantados. Lo percibió en el fogoso alegato del cacique contra el escritor Lucio V. Mansilla a quien, tiempo atrás, habían hospedado generosamente:


El cacique Panghitruz

¡Qué turro Lucio Mansilla!
Lucró con sus travesías,
Nos prometió fruslerías,
También jugosas remesas
Que eran falaces promesas,
¡Del libro que está vendiendo,
Queremos las regalías!

Aparicio:

Yo lo comprendo paisano
Sus broncas son merecidas
Las tribus son ofendidas
Por libros y por rapiñas
Ya vendrán Bayer y Viñas
A vindicar vuestras vidas.

Panghitruz designó a Tramontina lenguaraz oficial de la causa ranquel. Orgulloso por la designación, el payador lanzó una oratoria que encendió los cardales.

Aparicio:

Unidá necesitamos
No naciones fragmentadas
Las tribus organizadas
Van por los mismos senderos
Los onas son compañeros
Y los sioux son camaradas.

Painé, el secretario de prensa de la toldería, preparó las señales de humo para iniciar la revuelta. Pero un sorpresivo e iracundo pampero disipó la asonada.
Una vez más, naturaleza y poder se confabulaban.

APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO.

lunes, 1 de junio de 2009

Mateando con Dylan



Aparicio encontró al poeta en la orilla del arroyo Zapata. Estaba agachado tirando piedras rasantes sobre el agua. Emocionado, mas sin perder la compostura, le convidó un mate. Tras saborear el primer sorbo, Dylan le dijo: -“En Minnesota me hablaron del payador furtivo de Pila. Su reputación se abre paso en el continente, Aparicio”. El payador local fue invadido por un arrebato de modestia:
-“No crea lo que dicen, Don Bo. Apenas soy un cardo quebradizo en la inmesidá”.
Los acordes de las guitarras desgarraron el silencio del atardecer.

El Gran Bob.
Soy como un canto rodado
libre y no me arrepiento,
El horizonte presiento,
Tras la tormenta funesta,
Aparicio, la respuesta,
Está flotando en el viento.


Aparicio:
Me trajo el viento respuesta,
Jué la semana pasada
Una tromba desatada
Al cielo remontó un chancho,
voló el techo del rancho
Con ráfaga despiadada.

Dylan permaneció mudo y pensativo. Aparicio quebró el prolongado silencio:

-“¿Lo ha convencido mi verso, Don Bo?”, preguntó con aire de suficiencia.
Dylan sorbió por última vez el mate y levantó la mirada:
-”Me convenció de que Yupanqui no dejó herederos”.
El insomnio atormentó al Aparicio aquella noche.

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viernes, 29 de mayo de 2009

Aparicio se bate en el campo idiomático


El petiso se cansó de batir las palmas frente al rancho. - “¡Es que no a va a salir a atenderme, zopenco!”, gritó. Aparicio se asomó con los signos del fastidio en la cara. - “No compro rifas de la Sociedá Rural”, se atajó. Impetuoso, el petiso mostró sus credenciales.: - “Soy Marcelino Torrontés Aguado, catedrático de la Real Academia Española. Por orden del Generalísimo, vengo a advertirle que deje de corromper nuestro idioma. Sus versos son ordinarios; su pronunciación una blasfemia; sus neologismos, jerga de albañal!”



Torrontés Aguado:

Es despreciable el criollismo,
Sus versos son degradantes,
Sacrílegos, deformantes,
Ofensas que cuesta leer,
Venimos a proteger
El legado de Cervantes.

Aparicio:

No es la lengua un tirano,
un lecho muerto, un osario,
Tiene el vigor necesario
Pa` renovarse y crecer,
¿O no lo puede entender?
Petiso zonzo y otario.

Es manantial generoso,
el fértil verso crioyista,
Bella frescura agrarista,
No teme al entredicho,
Llama al embrujo, gualicho
Y al cabrón llama franquista.

Con aire de distraído, Aparicio empezó a sacarle punta a una rama de espinillo. La advertencia sacudió al pequeño catedrático: -“¿Ve aquella vizcachera profunda? Allí descansa el ultimo falangista que pasó por Pila”. Torrontés Aguado fue una tromba entre los pastizales.

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lunes, 18 de mayo de 2009

Tormenta y espuma

Tormenta y espuma.

La brutal tormenta lo sitió en la pampa desnuda. Los refucilos y saetas enloquecieron al zaino. Aparicio sintió el hormigueo en el cuerpo y la estática enredándole las crenchas. El estallido del rayo hizo temblar la tierra; el caballo se desbocó y arrojó al payador al suelo. Quedó tieso entre los matorrales de paja brava, los mismos que recorría en los lejanos escozores de la pubertad. Lo despertó la gasa húmeda acariciándole la frente. La bella morocha le prodigaba caricias mientras dos ardientes volcanes sobresalían del escote generoso. Era una de las hijas del gringo Forte, la encantadora Rifocina. Al verla, Aparicio creyó flotar entre ángeles. Rifocina lo trajo a la tierra. – “Tiene que bañarse, Aparicio. La mugre comienza a formar costras geológicas en su piel”. La mujer llenó una tina con agua y jabón y condujo al payador hacia el tibio y espumoso edén.

La Rifocina:
Admiración me despierta,
Su vida digna y heroica,
Mas mi misión es estoica,
Ante tanta refregada,
Tiene tierra acumulada
De la era mesozoica.

Aparicio:
Mi sangre bulle fogosa,
Y es por usté, Rifocina,
Ya su figura felina
Mi corazón enloquece,
Desnuda digo que ingrese
Hay un lugar en la tina.

La tina y la noche se conjugaron en un vórtice de espuma y pasión
Pasados los años, los recuerdos seguían atormentando el corazón de Aparicio en las noches solitarias. Las imágenes se encadenaban en un carrusel desenfrenado. Tormenta, refucilos, caída y paja brava.


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martes, 28 de abril de 2009

La noche de la jauría.

Los disparos y la jauría alertaron a Tramontina. Había batida en la noche pampeana. ¿Quien sería la desdichada victima de la cacería? Mejor no estar en su pellejo, pensó Aparicio. Al rato, se acallaron los disparos y los ladridos se perdieron en la lejanía. Permaneció despierto mirando las telarañas en los entresijos del techo. De pronto, un susurro vino del exterior: - “Ábrame, por favor, Aparicio”.
Abrió la puerta y el hombre de la camisa desgarrada se arrastró al interior del rancho. -“¿Qué anda haciendo por aquí, Bebe?”. - “Necesito refugio, me persigue La Mazorca”, dijo el fugitivo. La grapa lo retempló. – “Nos escapamos por el túnel, pero no vimos al último centinela. Zafamos por un pelo, Aparicio”. – “Rosas no va a pegar un ojo esta noche”; pensó Tramontina.
Antes de que el fugitivo se sumergiera en la tatucera disimulada en el laberinto de las vizcachas, conversaron un rato.

El Bebe.

Rosas juró liquidarnos
Con su venganza arbitraria
Es la bestia autoritaria
Que junta rabia y se indigna
Por nuestra firme consigna
Que clama reforma agraria.

Hay que armarse, paisano,
esta jauría rabiosa
Es una plaga impiadosa
Encarna al odio, la muerte
Para jugar nuestra suerte,
Un facón es poca cosa.

Antes del alba, el fugitivo salió de la tatucera. Tramontina, que había pasado toda la noche en vela, lo condujo hasta el cañadón de los chajás. Se despidieron sin ceremonias. Los altos juncos y las totoras eran una senda segura para la larga caminata de Sendic.



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sábado, 25 de abril de 2009

La noche que al Aparicio se le heló la sangre

El zaino corcoveaba sin parar. Aparicio oyó gruñidos y pisadas de algo muy grande. El olor a bestia salvaje se colaba por las grietas del adobe. Alguna alimaña de mandinga merodeaba el rancho. -“¡Juera, criatura repunante!”, salió gritando. En la desesperación, tomó lo primero que encontró a mano, el pequeño facón verijero expropiado en la estancia de los Blaquier. Ciego en la oscuridad, no podía controlar el tableteo nervioso de sus dientes. La sombra de la mole emergió de los altos pastizales. El hedor del pánico paralizó a Tramontina. Su facón cayó al suelo como una pera madura. El largo pelambre tornaba más aterradora a la criatura. Se acercó oblicuamente al payador. En ese instante, Aparicio vio la inmensa tristeza arraigada en sus ojos. Y oyó su voz cavernosa: “No tema Aparicio, soy una criatura horrible, pero pacífica. Puede llamarme Yeti”. -“Se ha alejado mucho de casa”, dijo el payador, con el alma retornada al cuerpo. - “Busco un nuevo refugio. El cambio climático ha destruido mi hábitat. Con el deshielo, el Everest es una isla”. – “¡Que desgracia, paisano!”, se condolió Aparicio.
“Hay otra peor: los turistas japoneses”, dijo resignado el Yeti.
- “Lo suyo es un calvario”.
- “Busqué refugio en los bosques de Norteamérica, pero mi vida corría peligro”.
- “¿Lo persiguió el gobierno?”.
- “No. Pie Grande”.

Entre mate y mate, a la luz del fogón, el Yeti confesó sus penas.



El Yeti:

La humillación he sufrido
Hollywood es execrable
Con actitud despreciable,
Mi nombre han denigrado,
Y por si algo ha faltado,
Me dicen abominable.

El Tíbet es insalubre
Es tierra de hipocresía
Un santurrón me decía,
En idioma despojado
El Dalai Lama taimado,
Es agente de la CIA.

Antes del amanecer, Aparicio lo acompañó un par de leguas. -“Siempre derecho p’al oeste, don Yeti. El Aconcagua es el cerro más alto”.
- “¿Qué me dice del Uritorco?”, inquirió la atribulada criatura.
- “¡Ni lo piense! Es tierra de mercachifles, opas y chitrulos. No tendrá sosiego”.
Tras un abrazo prolongado, la bestia abominable se fue triste. También el Yeti.
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domingo, 19 de abril de 2009

Aparicio contra el "giro lingüístico"

Llegó un gringo a mi rancho
sin que mediara pretesto,
Tiró su pucho en el cesto
Y me espetó sin recato
Su historia es mero relato,
Solo un efeto del testo

Jué de los indios cautivo
Sufrió castigo y malaria
Vi su figura precaria,
Lo consolé con un gesto,
no se preocupe es su testo
pura fizión literaria.

Los insultos del gringo retumbaron en las vizcacheras...
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sábado, 18 de abril de 2009

Huesos

Viñas entró nervioso al rancho agitando un cuadernillo. –“¡Despierte, Aparicio! La Academia Nacional de la Historia convenció al gobierno para echarlo de aquí. Ya están en marcha un pelotón de infantería y una cuadrilla de zapadores”.
-“¿Qué quieren esos unucos?, preguntó Tramontina empuñando el facón.
A Viñas se le atragantaban las palabras: -“¿Vio que el suelo de la pampa es rico en huesos de megaterio? Ahora vienen por los dinosaurios. Quieren hacer un parque temático. Hay mucho dinero del Instituto Smithsoniano”.
-“¿Y se puede saber qué andan buscando?”, preguntó el payador.
Viñas leyó la lista del cuadernillo:
·”Tesoros del Jurásico. Bartolosaurius Rex, la especie dominante primigenia. Ameghino lo denominó Mitreodonte Bartolinii, pero se volvió a equivocar.
“Velocirraptor Levenensis: muy rápido, voraz, oportunista. Se come un avestruz al trote o algo así.
“Romulosaurio Carbiae: vegetariano, apocado, cerebro apenas más grande que el de un pollo. La especie más abundante de toda la familia.
“Dos especies de Liberalosaurio, el Cortescondex y el Ezequiegallensis, carroñeros que se alimentaron a la sombra y con las sobras del Tiranosaurio Verdeoliva”.

Aparicio:
Han desquiciado el pasado,
Han camuflado verdades,
Celebrando iniquidades
De figurones sin gloria,
Inscribieron en la historia,
Mitos y banalidades.

La maniobra de contención del adversario fue obra de Viñas y resultó exitosa. Los batallones se dispersaron despavoridos, como si hubieran visto a Mandinga en persona. Los académicos de número huyeron a campo traviesa en los sulkis fletados por Roca. El cartel colgaba del techo del rancho.
“Cuarentena. Se detectaron casos de rabia entre los dinosaurios”.

APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO.
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Aparicio agredido en su propio rancho.


Una lejana mañana, el Aparicio despertó con el corazón en la boca. El agresor, gritando desaforado, venía directo a ensartarlo con un arma punzante. Yuri, el gallo mudo, se escabulló por la ventana dejando un reguero de plumas en el aire.
Aparicio:

Entró de modo violento,
Le juro, me hizo temer,
Rabioso me quiso ofender,
vi el pico ensangrentado,
Supe que aquel desquiciado,
Era Ramón Mercader.

Sin que mediara suspiro,
Saqué el cuchillo primero,
Encaré pa’l entrevero
Con una furia imprevista
Y aunque no juera trotskista
Mi puñal jué más certero.
.

El rastro de sangre del fugitivo se perdió entre los maizales.
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Entre fugitivos.


El estruendo de los cascos de los caballos despertó al Aparicio. Tres jinetes armados estaban frente al rancho. En la carreta se amontonaban varias bolsas grises, rifles y cajas de municiones. Tramontina intuyó que eran bandoleros fugitivos. Lo que más le extrañó fue el polvoriento piano Steinway que ocupaba la mayor parte del carruaje. “Necesitamos refugio, Aparicio. Nos vienen persiguiendo desde Denver”, le dijo uno de los jinetes. “¿Y se puede saber quien los persigue?”, inquirió desconfiado Tramontina. “El sheriff, una docena de cazadores de recompensa y el gerente del Banco de Denver”. “Desensillen, el mate está listo”, sentenció el payador. En la ronda de mate, Aparicio supo que los forasteros eran Emerson, Lake y Palmer, la banda que azotaba los caudales transportados por la Wells Fargo.

ELP describen La democracia en América.

No es la tierra prometida
Ni cuna de sueños sinceros
Allí gobiernan arteros
Crueles magnates racistas
Las leyes fueron provistas
Por despiadados banqueros.

El piano lo confiscamos
En una tienda de empeño
Se lo expropiamos al dueño
Conforme a las reglas del plan,
Era integrante del Klan
Infame invento sureño.


Antes de despedirse, Aparicio convenció a los fugitivos de esconder el botín en Carhué, un lugar seguro y a salvo de inundaciones.
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Zumbido mortal



El sonido de la canción venía de lejos.

“Yo pregunto a los presentes,
si no se han puesto a pensar,
justo ahora el repelente,
está empezando a falta… aa… aar”.

Aparicio salió del rancho y miró la modesta senda abierta entre los pastizales. El cantor era Viglietti. En una mano llevaba la guitarra enfundada; en la otra tenía un manojo de ramas con el que espantaba a la nube de mosquitos que lo acosaba.

“A descacharrar, a descacharrar,
Que el maldito dengue ataca a granel
Hay casos fatales en Pila y Esque… ee… el”.

Aparicio se acercó a saludarlo. Lo hizo medio agachado, evitando recibir los ramazos proferidos al aire por el cantor. Lo invitó cortesmente: “Pase al rancho, Daniel, que tengo encendido el fuyí”. Viglietti tenía los ojos desorbitados: “Esta es una guerra, Aparicio. El Aedes aegiptys es una mutación de laboratorio”. - ”¿Y quién está detrás d’esto, Daniel?”, -preguntó Aparicio con el facón desenfudado.


Viglietti:


No tengo dudas, paisano,
Se lo digo con mi canto
Que es suma de bronca y espanto
Por este inicuo destino,
El zumbador asesino,
Es la obra de Monsanto.

Aparicio:


Ayer Galiano me dijo,
Disimulando sus penas:
Hay que instituir cuarentenas
Contra la empresa asesina
Que en América Latina
Ya envenena sus venas.

Atravesaron con sigilo la noche. Al acercarse al predio de la multinacional, la luz de la luna destellaba en el facón de Aparicio. También en la enorme pinza que Viglietti llevaba para desalambrar.

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martes, 14 de abril de 2009

Aparicio acosado profiere un ezabruto

Amante de las emociones fuertes, Aparicio se radicó una temporada en Pila. Allí conoció a Deolinda, la beata triste. Los encantos de aquella mujer eran como los del pueblo que la vio nacer. Hacía mucho tiempo que se habían extinguido. Perseverante, le arrastraba el ala al Aparicio desde el día en que lo vio salir de la pulpería con una copa de caña en la mano (las de vidrio se habían roto). El viento de la pampa ensortijó la poesía gaucha entre sus cuerpos.


Deolinda:
Entre los hombres elijo,
A gauchos de güen rimar,
Y en el arte de amar,
Aunque parezca muy sosa,
Soy una tigra fogosa,
Y hago del lecho un altar.

Aparicio:
Más necesita consuelo,
Sofrene tantos ardores,
Doy los consejos mejores
En forma breve y concisa
Usté, mi china, precisa
Un par de consoladores.

El estallido de la cachetada resonó en la inmensa pradera.
APARICIO TRAMONTINA, UN FACON HECHO CANTO.

sábado, 4 de abril de 2009

Resplandor en la pampa



Un resplandor en los pajonales llamó la atención de Aparicio. Bajó del zaino y se aproximó discretamente al sitio. El pequeño grupo de personas enfocaba el enorme espejo hacia el satélite que recorría las profundidades del cielo pampeano. Infortunadamente, Tramontina pisó un cardo seco. El inoportuno crujido alertó a Fabio Zerpa, que se levantó como un celoso vigía. –“¿Que pasa, Fabio?”, preguntó Morales Solá, fastidiado por recibir el peso adicional del espejo. Aparicio se echó al suelo y contuvo la respiración. La alarma pasó y el grupo siguió encandilando al distante artefacto que, de pronto, comenzó a zigzaguear envuelto en humo y chisporrotazos. –“¡Eureka!-, dijo el locuaz rastreador de ovnis. - “Misión cumplida”, acotó, engolado, Morales Solá. Más atrás, Van der Kooy y Magnetto se confundieron en un largo y tierno abrazo.

La cofradía del espejo:

Interferencias sufrimos,
Desde el cielo planetario,
Este es nuestro recetario,
De la radiodifusión,
El querer regulación
Es afán totalitario.



Emprendimos la cruzada

¡Oid! el clarín ya tocamos

los medios no descuidamos

tenemos las influencias

si es por las interferencias

al Hugo Chávez culpamos.


Aparicio se retiró con sigilo. Reptó, sin ser visto, entre los pajonales abrasados por la prolongada sequía. Pensó que cualquier chispa, hasta el brillo intermitente de una espuela, podría desatar un incendio. Al montar, notó que la tórrida brisa soplaba hacia el sitio de los complotados. Se retiró sin dejar huella en los matorrales; apenas el fósforo encendido entre los cardales. APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO

viernes, 3 de abril de 2009

un adiós en la pampa




“Mi vida es el camino”, decía el mensaje dejado por Uma sobre la almohada.
La fuga abrumó al Aparicio. Ensilló el flete y salió a buscarla. A tono con la desgracia, la desolación teñía de gris a la pampa. Tras varias horas de galope desenfrenado, la encontró cerca del Paraje El Pino. Caminaba resuelta. No detuvo el paso ante el llamado.

Aparicio:
La primavera del alma
Se ha güelto desolación
Artera y sin dilación
Su fuga tan despiadada
Como una garra afilada,
desgarróme el corazón.

Uma:
Me aguarda un hombre en el cielo
De profesión temeraria
Esta frecuencia horaria
El Hombre Bala ha escogido
Lo siento, usted ha perdido
una alondra libertaria

El estampido del cañonazo sorprendió al Aparicio. Detrás de los eucaliptos cruzó los cielos Browning, el proyectil humano. La parábola fue casi perfecta, de no ser por el inesperado aterrizaje entre los abrojales. Abrazó a Uma, cubriéndola con su capa azul. Se alejaron a todo galope rumbo al incierto horizonte.


APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO.

Aparicio enfrenta a un poeta engreído



El suceso ocurrió un primero de mayo, mientras el Aparicio punteaba La Internacional en compañía de peones llegados de la Patagonia. Enfundado en ropa de esgrimista, el provocador irrumpió sin pedir permiso.

A la pampa han infestad
anarquistas y malones
hay que buscar soluciones
rigurosas e inclementes
dijo en versos vehementes
un tal Leopoldo Lugones.

Su glosa desaforada
Y su atitú represora
enfrentamos sin demora
Con juerzas desenfrenadas
Lo corrimos a patadas
Con la gente de la FORA.

Visiblemente estropeado, el poeta deambuló entre cardos y espinillos. “Ha llegado la hora de la espada”, amenazó antes de caerse en la Zanja de Alsina.
APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO.

Compagni nella pampa.


Un sulky se detuvo frente al rancho del Aparicio. Mastroiani bajó y le estrechó la mano. “Un bicchieri d’acqua, per favore”, le suplicó secándose el sudor de la frente. Luego de beber, le confesó su pesar:

Estoy buscando una donna,
amor que causa desvelo,
mi corazón va de duelo,
desde que perdí a la Sofía,
Discúlpeme la porfía,
Il mio nome é Marcello.

Aparício:

Dolor no quiero causarle
Menos tristeza y enfado
Ayer cerca del Salado
Iba del brazo Sofía
Con Gassman de compañía
En un Bugatti alquilado.

Lo despidió con un abrazo en la estación Arditi. Una milonga triste se escurrió por las ventanas del rancho esa noche.

APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO.

Aparicio emboscado




Las tropas del general Roca asediaron al Aparicio. Una tarde, le tendieron una emboscada en las cercanías de Junín. Cuando todo parecía perdido, fue rescatado por un imprevisto cuchillero tucumano.

Furtivo en el Desierto,
Desolación a la vista,
No me perdía la pista.
Ningún grupo de tarea,
Paisano, me la vi fea
en el régimen roquista.

Ayuda me dio un paisano,
Valiente era ese hombre,
Aguirre Suárez por nombre
El noble gaucho portaba
Si cuento como tajiaba,
He de creer que si asombre.

Se despidieron con un abrazo en la estancia de los Zubeldía.
APARICIO TRAMONTINA, UN FACON HECHO CANTO.

Aparicio tristón por la ida de Tirofijo

Tristeza anuncia la pampa,
Un hornero me lo dijo,
Con canto breve maldijo,
Esta ausencia duradera,
Extrañaré en la pradera
al finado Tirofijo.

En Pila nos conocimos
En un congreso marxista
Y con fervor socialista
El porvenir compartimos
Aunque también discutimos
Por su estrategia foquista.

Al cielo jué el compañero,
Con paso firme y preciso,
Lanzó un mensaje conciso,
Con sencillez verdadera:
Amigos, la clase obrera,
No jué nunca al Paraíso.

APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO.

Sorpresas trajo la niebla





La niebla rodió mi rancho
Como un fantasma taimado
A mi pingo jui confiado
Con la altivez del baqueano
Quedé ensartado, paisano,
En las rejas de un arado.

Prisionero de la bruma
Un mocito sollozante
Era Sebrelli, el tunante
Que lamía servicial
A un gordo de la Rural
Chaleco, botas y guante.

De pronto pasó una dama
Con minifalda de cuero
Sacudiendo un alhajero
Vergüenza me da contarlo:
estaba Beatriz Sarlo
Abrazando a un ganadero.

APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO.

bichito guapo el hornero




Aunque soy gaucho curtido
Sufro el invierno fulero
confundido vi un hornero
Que con plumífera virtú
Hizo en un poste un iglú
¡viera que grande su esmero!