miércoles, 22 de julio de 2009

Una cruz de fuego



La noche alcanzó a los jinetes en la mitad del camino. Regresaban de Realicó, donde se había realizado una conferencia de las tribus pampeanas. En silencio, cabalgaban junto a Tramontina, Calfucurá, Catriel, Painé, Baigorrita, Sayhueque y el Indio Solari. Un extraño avistaje detuvo la marcha. La enorme fogata se levantaba con furia sobre el luto nocturno. Se acercaron con cautela. Frente al rancho en llamas, una decena de energúmenos profería amenazas. Estaban enfundados en sábanas blancas y protegían su rostro bajo capuchas puntiagudas. (La horma justa de sus cerebros, pensó Tramontina). Habían clavado una cruz de fuego frente a la vivienda de la desdichada víctima. Se preparaban para el asalto.

El Gran Dragón de la Camelia Blanca (uno de sábana):

El Ku Klux Klan prende fuego
con ira supremacista,
ya nuestra llama racista,
quema la casa y la prosa
del negro Fontanarrosa
¡qué irreverente humorista!

Tramontina no necesitó pronunciar arenga. Los jinetes ya habían tomado posiciones de ataque. Lanzas, flechas, chuzas, macanas y boleadoras apuntaban a la ronda de capuchas. “Una sábana, un blanco”, le susurró Calfucurá a sus compañeros.
Tras la puteada de Aparicio, el malón se lanzó a la refriega.

Aparicio:

Lluevan las lanzas y flechas,
Venganza tienen prevista,
Hoy la piedá no ezista,
Pa´ esta horda asesina,
Ya nuestra tierra argentina,
Será tumba del racista.

La arremetida del malón fue feroz y fulminante. Los rastros del combate se percibían, varios días después, en las sábanas enrojecidas atascadas en los espinillos.

APARICIO TRAMONTINA, UN FACON HECHO CANTO.

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