lunes, 25 de julio de 2011

Deudas.









La limousine de vidrios espejados frenó justo frente al rancho. El funcionario apoyó el maletín en el suelo, se quitó los anteojos oscuros y golpeó las manos.
“¿Quien anda ahí?”, preguntó el Rudecindo.
“Voy yo”; dijo Aparicio levantándose del cráneo vacuno que le servia de asiento.
El forastero se presentó:
“Soy Hans Von Garken, de la División Países Emergentes del FMI. Venimos a ejecutar la hipoteca de su… casa, si es que se la puede llamar así. Usted es amigo -y virtual garante- del deudor insolvente Demetrio Blajakis, más conocido como El Griego, dueño de la Pulpería Mykonos, de la cual, según tenemos entendido, es un empedernido bebedor de grapa y otros fluidos denigrantes. Firme aquí”.

“Tenga mano, mocito insolente”; lo frenó Aparicio. “Este pago no es zona franca pa’l capitalismo financiero”.
“También llamado neocapitalismo, pa’ que zepa, rata teutona”; se entrometió el Rudecindo.
Antes de que el gringo pestañara, Aparicio le arrebató el documento con el facón hiriendo al aire. Lo leyó con desgano; lo dobló prolijamente y comenzó a realizar pequeñas incisiones triangularas en su superficie. Von Garken se exaltó:

“Pero, ¡qué hace! ¡No entiende que los griegos deben pagar sus deudas! ¡Todos los griegos, Tramontina! ¿O quiere que se lo explique en su lengua bárbara.


Von Garken:

Estos griegos no merecen,
vivir siempre de prestado,
achicarán el Estado,
y nos darán lo que guardan,
en el Olimpo hoy mandan,
solo dioses del mercado.

Que los sin techo se vayan
a la caverna de Platón,
será buena solución,
alquilar el laberinto
poner en venta Corinto
y un bingo en el Partenón.

Obedezcan el mandato,
El viejo Zeus nos apaña,
Afrodita con su maña
Apoya este proceso,
Todo el Peloponeso,
Exprimiremos con saña.

Como una exhalación de Mandinga, Aparicio envolvió el brazo izquierdo con su poncho. La primera estocada del puñal despanzurró el maletín. El gringo, petrificado, vio la cascada de billetes verdes que el pampero dispersaba entre los matorrales. Herido en su víscera vital, von Garken se zambulló en la limousine que, prudentemente, lo esperaba con el motor en marcha.

Aparicio:

Este gringo impertinente,
Terminó su merodeo,
Lo frenó un gaucho ateo,
Quizás medio trastornado,
Mas su facón jué templado,
Con fuego de Prometeo.

“Lástima que Costa-Gavras no pudo filmarlo”; se lamentó el Rudecindo.


Ensillaron y partieron juntos a tirarle piedras al Olimpo.

Aparicio Tramontina... Un Facón hecho canto
http://apariciotramontina.blogspot.com/