miércoles, 23 de diciembre de 2009

El cazador insolente



Eran dos caminantes. El que venía adelante llevaba la escopeta en la mano y gesticulaba ampulosamente. Vestía chaqueta de cazador, pantalones cortos y casco de explorador con mosquitero ajustado al cuello. Tres pasos atrás, lo acompañaba su ayudante, que también oficiaba de traductor.
Con la impertinencia de un patrón de estancia, el cazador encaró a Tramontina.
- “¡Atenzione! ¡A arrivato il Cavaliere Silvio! ¿Tu sei Tramontina, il gaucho?”.
Aparicio lo miró con recelo. No le gustó la jerga confianzuda, el ademán prepotente. “¿Y usté quien es?, le preguntó con aire de distraído, destapándose un oído con el dedo índice.
- “Sono il cacciatore piú grande della Lombardía”, dijo. Luego echó una mirada impaciente sobre su ayudante: ”Fai la traduzione, Peppino”.
Peppino di Capri repitió, resignado: - “Soy el cazador más grande de la Lombardía”.
El visitante arremetió con descaro: - “Voglio comprare tutta questa terra per fare un coto di caccia”. Luego parodió una escena de caza apuntando su escopeta en todas direcciones: - “¡Pum, bestia in terra!”, repetía, en estado de éxtasis, luego de cada maniobra.
- “El terruño no se vende”, lo interrumpió Tramontina con gesto sombrío.
El cazador no se inmutó: “¿Dove sono i leoni e i buffali?”
- “Anda extraviao, paisano. Apenas es temporada de copetonas”, ironizó Aparicio.
- Allora, voglio sparare agl' indiani”. Impaciente, le ordenó a Peppino: ”¡Fai la traduzione, stronzo!”.
Avergonzado, Peppino murmuró con un hilo de voz:
- “Entonces… quiero dispararle... a los indios”.

Antes de tomar la guitarra, Tramontina clavó el facón en el tocón que usaba como asiento. El temblor de la hoja hundida en la madera electrizó el aire caldeado de la tarde.

Esta advertencia revela
Mi temple de ecologista,
la convizión pacifista,
Aquí un límite traza,
Es pasatiempos la caza
De un cretino o de un fascista.

Su vil codicia delata
A un burgués cruel y mundano
Con su dinero malsano
No compra usté hegemonía
Enfrenta aquí rebeldía,
De un gaucho firme y gramsciano.

El visitante ignoró los versos de Aparicio. Se alejó del rancho, atraído por una bandada de teros que levantaba vuelo sobre el bañado. En la persecución, disparaba a mansalva sobre cuanta criatura volara o se arrastrara por la pampa.
Aparicio y Peppino cruzaron en silencio sus miradas.
El payador rompió el mutismo: -“Sospecho que su puntería es certera, paisano”. Peppino di Capri asintió. Con parsimonia apuntó su escopeta sobre un blanco en movimiento. El disparo fue sepultado por el graznido de los teros. “¡Pum, bestia in terra!”, dijo al despedirse.

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