martes, 14 de abril de 2009

Aparicio acosado profiere un ezabruto

Amante de las emociones fuertes, Aparicio se radicó una temporada en Pila. Allí conoció a Deolinda, la beata triste. Los encantos de aquella mujer eran como los del pueblo que la vio nacer. Hacía mucho tiempo que se habían extinguido. Perseverante, le arrastraba el ala al Aparicio desde el día en que lo vio salir de la pulpería con una copa de caña en la mano (las de vidrio se habían roto). El viento de la pampa ensortijó la poesía gaucha entre sus cuerpos.


Deolinda:
Entre los hombres elijo,
A gauchos de güen rimar,
Y en el arte de amar,
Aunque parezca muy sosa,
Soy una tigra fogosa,
Y hago del lecho un altar.

Aparicio:
Más necesita consuelo,
Sofrene tantos ardores,
Doy los consejos mejores
En forma breve y concisa
Usté, mi china, precisa
Un par de consoladores.

El estallido de la cachetada resonó en la inmensa pradera.
APARICIO TRAMONTINA, UN FACON HECHO CANTO.

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