sábado, 25 de abril de 2009

La noche que al Aparicio se le heló la sangre

El zaino corcoveaba sin parar. Aparicio oyó gruñidos y pisadas de algo muy grande. El olor a bestia salvaje se colaba por las grietas del adobe. Alguna alimaña de mandinga merodeaba el rancho. -“¡Juera, criatura repunante!”, salió gritando. En la desesperación, tomó lo primero que encontró a mano, el pequeño facón verijero expropiado en la estancia de los Blaquier. Ciego en la oscuridad, no podía controlar el tableteo nervioso de sus dientes. La sombra de la mole emergió de los altos pastizales. El hedor del pánico paralizó a Tramontina. Su facón cayó al suelo como una pera madura. El largo pelambre tornaba más aterradora a la criatura. Se acercó oblicuamente al payador. En ese instante, Aparicio vio la inmensa tristeza arraigada en sus ojos. Y oyó su voz cavernosa: “No tema Aparicio, soy una criatura horrible, pero pacífica. Puede llamarme Yeti”. -“Se ha alejado mucho de casa”, dijo el payador, con el alma retornada al cuerpo. - “Busco un nuevo refugio. El cambio climático ha destruido mi hábitat. Con el deshielo, el Everest es una isla”. – “¡Que desgracia, paisano!”, se condolió Aparicio.
“Hay otra peor: los turistas japoneses”, dijo resignado el Yeti.
- “Lo suyo es un calvario”.
- “Busqué refugio en los bosques de Norteamérica, pero mi vida corría peligro”.
- “¿Lo persiguió el gobierno?”.
- “No. Pie Grande”.

Entre mate y mate, a la luz del fogón, el Yeti confesó sus penas.



El Yeti:

La humillación he sufrido
Hollywood es execrable
Con actitud despreciable,
Mi nombre han denigrado,
Y por si algo ha faltado,
Me dicen abominable.

El Tíbet es insalubre
Es tierra de hipocresía
Un santurrón me decía,
En idioma despojado
El Dalai Lama taimado,
Es agente de la CIA.

Antes del amanecer, Aparicio lo acompañó un par de leguas. -“Siempre derecho p’al oeste, don Yeti. El Aconcagua es el cerro más alto”.
- “¿Qué me dice del Uritorco?”, inquirió la atribulada criatura.
- “¡Ni lo piense! Es tierra de mercachifles, opas y chitrulos. No tendrá sosiego”.
Tras un abrazo prolongado, la bestia abominable se fue triste. También el Yeti.
APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO.

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