sábado, 18 de abril de 2009

Zumbido mortal



El sonido de la canción venía de lejos.

“Yo pregunto a los presentes,
si no se han puesto a pensar,
justo ahora el repelente,
está empezando a falta… aa… aar”.

Aparicio salió del rancho y miró la modesta senda abierta entre los pastizales. El cantor era Viglietti. En una mano llevaba la guitarra enfundada; en la otra tenía un manojo de ramas con el que espantaba a la nube de mosquitos que lo acosaba.

“A descacharrar, a descacharrar,
Que el maldito dengue ataca a granel
Hay casos fatales en Pila y Esque… ee… el”.

Aparicio se acercó a saludarlo. Lo hizo medio agachado, evitando recibir los ramazos proferidos al aire por el cantor. Lo invitó cortesmente: “Pase al rancho, Daniel, que tengo encendido el fuyí”. Viglietti tenía los ojos desorbitados: “Esta es una guerra, Aparicio. El Aedes aegiptys es una mutación de laboratorio”. - ”¿Y quién está detrás d’esto, Daniel?”, -preguntó Aparicio con el facón desenfudado.


Viglietti:


No tengo dudas, paisano,
Se lo digo con mi canto
Que es suma de bronca y espanto
Por este inicuo destino,
El zumbador asesino,
Es la obra de Monsanto.

Aparicio:


Ayer Galiano me dijo,
Disimulando sus penas:
Hay que instituir cuarentenas
Contra la empresa asesina
Que en América Latina
Ya envenena sus venas.

Atravesaron con sigilo la noche. Al acercarse al predio de la multinacional, la luz de la luna destellaba en el facón de Aparicio. También en la enorme pinza que Viglietti llevaba para desalambrar.

APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO.. .

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