viernes, 29 de mayo de 2009

Aparicio se bate en el campo idiomático


El petiso se cansó de batir las palmas frente al rancho. - “¡Es que no a va a salir a atenderme, zopenco!”, gritó. Aparicio se asomó con los signos del fastidio en la cara. - “No compro rifas de la Sociedá Rural”, se atajó. Impetuoso, el petiso mostró sus credenciales.: - “Soy Marcelino Torrontés Aguado, catedrático de la Real Academia Española. Por orden del Generalísimo, vengo a advertirle que deje de corromper nuestro idioma. Sus versos son ordinarios; su pronunciación una blasfemia; sus neologismos, jerga de albañal!”



Torrontés Aguado:

Es despreciable el criollismo,
Sus versos son degradantes,
Sacrílegos, deformantes,
Ofensas que cuesta leer,
Venimos a proteger
El legado de Cervantes.

Aparicio:

No es la lengua un tirano,
un lecho muerto, un osario,
Tiene el vigor necesario
Pa` renovarse y crecer,
¿O no lo puede entender?
Petiso zonzo y otario.

Es manantial generoso,
el fértil verso crioyista,
Bella frescura agrarista,
No teme al entredicho,
Llama al embrujo, gualicho
Y al cabrón llama franquista.

Con aire de distraído, Aparicio empezó a sacarle punta a una rama de espinillo. La advertencia sacudió al pequeño catedrático: -“¿Ve aquella vizcachera profunda? Allí descansa el ultimo falangista que pasó por Pila”. Torrontés Aguado fue una tromba entre los pastizales.

APARICIO TRAMONTINA, UN FACON HECHO CANTO.

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