domingo, 12 de enero de 2014

Alma encarnada

Eventos extraordinarios interrumpían los pequeños menesteres de Tramontina. Un hecho memorable le ocurrió cerca del Samborombón, mientras cortaba cañas para armar un almácigo. Tenía decidido plantar tomillo y una variedad de perejil gigante, muy aromático, que recibió de un indio errante llamado Kerouac o algo parecido. En plena tarea, lo paralizó una voz oculta en el pajonal.


-“Dibiera pidir pirmiso pa esa tala clandestina”; lo reprendió.

Al darse vuelta, el payador quedó fulminado por la sorpresa. Debió manotear las ramas de un espinillo para no caerse desmayado. Frente a él, los ojos rojos del tero lo miraban con gesto imperativo.



-“¡Mandinga!”; gritó Tramontina buscando el facón en la cintura. Lo soltó al instante, las espinas le taladran la palma de la mano.

El plumífero alardeó mostrando las púas anaranjadas asomándole, amenazantes, debajo de las alas.

-“Lo he agarrao infraganti, con las manos en la masa, digo… en las cañas”.



Tramontina reculó pidiendo disculpas -“No quize ofender, terenzio”.

Inesperadamente, la voz del tero se tornió cordial:

-“Está disculpao, paisano. Veo que lo suyo es agricultura familiar. ¿Zabe lo que paza? Estoy en alerta permanente. Los sojeros avanzan sin piedá. Ya no nos queda un mísero palmo e’ tierra p’ armar el nido, ¡caracho!”.



El asombroso encuentro hacía tartamudear a Tramontina: -“Di…gamé, te…renzio, ¿quien le dio el don del habla?”.



El tero agachó la mirada. “Zoy un alma encarnada, paisano. No tengo zoziego. Recorro épocas y cuerpos, como polen arrastrado por los vientos. Vengo de una tierra lejana asolada por zares, cosacos y otros parásitos...”

La emoción hacía galopar el corazón de Tramontina: - “No me diga que usté estuvo…”.

-“Sí, mi amigo… en aquel Octubre glorioso”; susurró el tero enfundando las púas anaranjadas.

Tramontina corrió a abrazarlo: -“¡Vladimir! ¡Diez días que conmovieron al mundo!”

-“No se entuziasme, camarada. Mi conzienzia está condenada a vagar en un tranze infinito. Juí pescador en el Ganges, minero en California, sodero en Tapalqué… Y míreme ahora, un tero del Samborombón”.



El Aparicio le sacó chispas a la guitarra:



Vamos por reforma agraria,

Koljoz y cooperativa,

Con renovada inventiva,

Dentro del Zoviet, paisano,

Toda la pampa y el grano,

Será granja coletiva.



El tero Vladimir:



Atraer al campezino,

Será mizión conflitiva,

Con atitud persuasiva,

Y por un tiempo acotado,

Daremos chanze al mercado,

La N.E.P. es alternativa.



Tramontina masculló la respuesta. Algo de aquel consejo no terminaba de convencerlo. Buscó la copla adecuada para expresarlo.



No comprendo eze camino,

Me pareze equivocado,

Si damos chanze al mercado,

Renace el capitalismo,

Se lo alvierto ya mismo:

Bujarin es moderado.



Vladimir morigeró la irritación y contestó con acento didáctico:



Es enzeñanza zenzata,

dudar del ultraizquierdismo,

Su pretenzión de purismo,

Siempre zectaria y pueril,

Es enfermedá infantil,

Que padeze el comunismo.



Aparicio sintió el filo de la estocada; no pudo enhebrar una respuesta. Caminó hacia el rio; se detuvo al ver su rostro apesadumbrado desdibujarse en el remanso de las aguas. Pero los graznidos de la bandada lo sacaron de sus cavilaciones. Sobrevolaban en círculo, a gran altura, sobre la orilla del río. Parecían esperar a un compañero de viaje. Tramontina no se sorprendió cuando Vladimir abrió sus alas y se sumó a la bandada. Se fueron remontando el Samborombón como una patrulla perdida. La voz de Vladimir se escuchaba, tranquilizadora, a la distancia:

-“No se me venga abajo, paisano. No hay que arrimarle juerzas al enemigo”.

El vuelo de las aves se difuminaba en el horizonte. Como un punto insignificante y borroso, un integrante de la bandada se separó del resto. Volaba hacia el océano.

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