viernes, 20 de junio de 2014


Una diatriba de Cósimo Rossobianco, cuñado no reconocido del Dante.

El payaso ruin.

El payaso ruin no tiene un morrón en la nariz ni zapatones como barcazas. No precisa trapecio ni monociclo, se caería como un oso bufo, es torpe, macizo e indolente; sermonea y miente a sabiendas embutido en su traje a cuadros, cocoliche de kermesse, Lou Costello avinagrado. El payaso ruin  saborea el veneno frente a las cámaras con su inconfundible mirada de culebra. El payaso ruin abdicó de sus creencias de anteayer, sin traumas; en su circo nadie le pide explicaciones. Tiene una daga afilada en la lengua, un micrófono emponzoñado y una claque que festeja sus ocurrencias: ¡regio, qué genio!, cuchichean en las primeras butacas. El payaso ruin profetiza tempestades, no precisa evidencias, le basta con abusar de zánganos y ortibas; bromea, difama, juega con nafta y motosierra. El payaso ruin tiene boca de sentina, insulta, desaforado, bajo un cono de luz trasegada por el humo, como en las oficinas de los detectives corrompidos.

(Fragmento de Il clown malvagio de Cósimo Rossobianco, cuñado no reconocido del Dante).


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