El Petiso:
Bolche parece el paisano,
seguramente infiltrado,
enemigo renegado,
del Movimiento Nacional,
ya lo dijo el general:
debe el Mal ser amputado.
La reacción fue sorpresiva, como vuelo de perdiz. Agazapado, el payador envolvió con el poncho su brazo izquierdo. La primera finta circular del facón dejó una aureola de gotas rojas en el suelo. El segundo movimiento espantó a la monada.
Aparicio:
Esta hueste maccarthista
bien ha mostrado su hilacha
atropella la covacha
con violentas reacciones
han de ser por sus traiciones,
hijos del Viejo Vizcacha.
Aunque no soy rencoroso,
mi memoria no se rinde,
proclamo yo mi deslinde,
con ese tal Movimiento,
he sufrido hostigamiento,
del Brujo, Perón y Osinde.
- “¡Maten a la rata!”, gritó, enfurecido, El Petiso. La horda se reagrupó y arrinconó a Tramontina. El payador fue un tornado de ira. Giró varias veces con su facón rasgando y ensartando cuanto cuerpo encontrara en su recorrida. Una brecha de sangre se abrió entre los matones y el cerco de la prepotencia se desvaneció como el humo en el viento. Con el facón punzándole el pecho, El Petiso dio la voz de retirada.
La patota ingresó al Torino de vidrios oscuros arrastrando a sus heridos. En pocos segundos, los tragó el horizonte polvoriento.
Desde aquel día, el Sindicato de Payadores fue un bastión contra la Burocracia Sindical.
