viernes, 8 de enero de 2010

Tahúres del camino




La vocecita era aguda, como la de un tenor malogrado. Repetía las ofertas del día con la fluidez de un predicador de plaza. “¡Cigarritos Saratoga, los fuma Facundo Quiroga!”
“Ha de ser algún turco cacharrero”, pensó Tramontina. Al salir, se encontró con un hombre de escasa talla que llevaba una lechuza embalsamada en el hombro; el turbante deshilachado disimulaba una calvicie prometedora, los ojos, exageradamente claros, le daban un tono inquietante a su mirada. Voceaba un repertorio inagotable:
“¡Atención! Las profecías incumplidas del faraón Fayutep II. ¡Tónico para el cabello del Doctor Leyes, tira como una yunta de bueyes! ¡Lean mi libro Astrología pampeana, pronósticos seguros hasta pasado mañana!”
Con aire petulante, encaró a Tramontina:

Adivino su futuro,
Aunque parezca distante,
Tengo don de quiromante,
hoy a su mano le escruto,
tengo un rigor absoluto,
Puedo leer hasta un guante.

Aparicio olió en la túnica del vendedor el sudor de los tahúres del camino.
- “¡Basta de bolazos! Quiero una chaira. ¡Tiene o no tiene!”, lo conminó, fastidioso.
El petiso revolvió en las bolsas que colgaban de la mula. Luego de varios intentos, sacó un librito de tapas oscuras. – “Esta es la solución, paisano. El Libro de Salmos del Profeta Daniel. Aquí dice: Cada mañana cinco oraciones, afila dagas y facones”.

Aparicio:
Con estos ojos distingo
La comadreja taimada,
Que, fayuta y descarada,
Esquilma al gaucho inocente,
A esa runfla indecente,
Yo se la tengo jurada.

“¡No me provoque, gaucho anarquista, o lo reduciré a polvo!”, amenazó el buhonero.
Lanzado como una escupida del alma, el facón ensartó a la lechuza embalsamada que se bamboleaba en el hombro del hechicero. “El prózimo va dirigido a una criatura más despreciable”; advirtió el payador. El visitante enfundó como pudo sus artefactos y huyó arrastrando a la mula. El trote desmañado del animal hizo escurrir la bola de cristal de una bolsa; el módico Merlín lloró sobre la esfera hecha añicos.
A la distancia, Aparicio no escuchó bien la maldición del petiso.
- “¡Dese por muerto, Tramontina! ¡Ya sabrá quien es El Brujo cuando regrese el general!”

No hay comentarios:

Publicar un comentario