martes, 8 de marzo de 2011

La motocicleta.


Anoche, a una hora inzierta del duermevelas, oí por radio que había partido para siempre Alberto Granados. Quizás antes restauró, pieza por pieza, aquella motozicleta con la que conozió minas de cobre, leprosarios y otras desdichas de la condizión humana. Sospecho que en este último viaje pasó por Valle Grande, por Ñancahuazú y por La Higuera; y que allí rescató, de una modesta escuela, a un amigo herido para completar el viaje eterno. Aunque tal vez, paisano, solo haya sido un sueño. La soledá pampeana es taimada.






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