martes, 28 de diciembre de 2010

La Maga Blanca.


Las amenazas se oían cada vez más cerca del rancho.

- “¡Gaucho crispado! ¡Deje de hacer daño a la República!”

Tramontina dejó de cortar la leña. Entregó el hacha al Rudecindo y fueron al encuentro del forastero. En realidad, se trataba de una forastera. Envuelta en una túnica naranja, la rubia avanzaba a paso firme. Una gruesa cadena daba varias vueltas a su cuerpo macizo, dejando colgar un rosario que, por su tamaño, parecía un ancla. Caminaba con el auxilio de un bastón, quizás la última reliquia del rebaño perdido. Sus denuncias eran estridentes:
- “¡Apóstol del desorden! ¡No ataque a los hacendados! ¡La Sociedad Rural es la patria misma!”

La ira de la dama había aturdido a Tramontina. Rudecindo lo tranquilizó:
- “No le haga caso, Aparicio. Esa gorda está huérfana de razón. Le dicen la Maga Blanca. Profetiza calamidades desde que su prometido la abandonó por una oveja querendona”.

La Maga Blanca:

Este gaucho es malvado,
Su mente está trastornada,
Como precoz clarinada,
Yo anticipé mis alarmas,
En ese rancho hay armas,
Y trama una emboscada.

Si a tiempo no lo paramos,
Caerán lluvias ardientes,
Asolarán las serpientes,
Nuestros campos y moradas,
Vendrán langostas cebadas,
A devorar las simientes.

Atronará en el cielo,
Una terrible trompeta,
Cual amenaza concreta,
Mandará un sismo vibrante,
Y un asteroide gigante,
Hará bosta el planeta.

Aparicio apoyó el hacha en su hombro derecho. Enfrentó a La Maga Blanca con una advertencia filosa:
- “Con esta herramienta voy a cortar ese rosario de dislates”.

La gorda levantó con furia el bastón y pasó del sermón a la acción. Sin darse cuenta, lo incrustó en el enorme panal que pendía del ombú. Miles de avispas, formando una siniestra espiral de zumbidos, se ensañaron con la Maga que predicaba tempestades. Las maldiciones que profería se ahogaron en las aguas del Salado.

Aparicio comentó con aire de suficiencia:
“¿Sabe que pasa, Rudecindo? No soportó el aguijoneo de la critica”.
- “La irracionalidá es un tigre de papel”; asintió el peón.

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