jueves, 19 de julio de 2012

Tramontina rescata la obra de Cósimo Rossobianco, poeta florentino del siglo XIII, cuñado no reconocido de Dante Alighieri.

Apología de un retorno.




Llegó cuando pocos lo esperaban.
Fue como el fulgor de un cometa. Nos iluminó un instante que pareció eterno. Desde ese día supimos que la magia no era otra cosa que voluntad indomable y generosa. Recobramos el entusiasmo que derrochan los pibes al remontar sus barriletes. Los prodigios nos sorprendieron en las esquinas menos pensadas. Muchos de los nuestros vieron al arco iris enredarse por encima de los estadios, crecer lirios en los basurales de la noche y a Lucy desparramando en el cielo diamantes rojos y blancos. En aquellos días, la felicidad era un indicio transmitido por el aroma de los tilos. Andábamos con el asombro a flor de piel y la sonrisa pródiga y confiada. No dudábamos de que David, ahora calvo e implacable, haría morder el polvo a una caterva de goliaths fofos y petulantes. Los más desaforados, incluso, porfiaban en el renacer de las utopías sepultadas.
Sé que la idealización del pasado es una de las trampas de la memoria y que la alegría suele ser madre de la hipérbole. Hecha la salvedad, quisiera confesar un sentimiento compartido, una vivencia que se rebela contra la herrumbre del olvido. Desde que volvió La Bruja, sentimos el mundo un poco más ingrávido y amable.

Cósimo Rossobianco (s. XIII), cuñado no reconocido de Dante Alighieri.

No hay comentarios:

Publicar un comentario