Tramontina despertó malhumorado. La intemperie le aguijoneaba con más rigor la osamenta. No obstante, desempolvó la guitarra y dijo:
Dezidió la paisanada
dar al zorro el gayinero
ya sonríe el estanciero,
la Rural y la Embajada,
se relamen los gerentes,
sueñan los terratenientes
con ganancias indezentes
y cronistas lisonjeros,
no se extrañen compañeros,
son de Mitre dezendientes.
-"Habrá que remontar el repecho, don Aparicio"; masculló el Rudecindo".
-"Será una larga marcha, Rudecindo".
-"¡Eso, don Aparicio! La Larga Marcha, como hizo el camarada Mao".
Antes de contestarle, Tramontina lo miró con cierta conmiseración:
-"Mao...menos, Rudecindo".
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