jueves, 26 de marzo de 2009

Revuelo en la pulpería.





“¡Oú est Tramontiná!- gritaba Althusser, golpeando el mostrador de la pulpería El Quirquincho. La mirada rojiza y pendenciera delataba el poder destructor de la grapa. Cuatro parroquianos intentaban mantenerlo de pie y calmar su furia, sin resultado a la vista.
–“Cálmate, Louis”; le decía, secándole la transpiración de la frente, una joven discípula chilena. De pronto, Aparicio corrió la arpillera que colgaba de la puerta. Entró con el poncho en el hombro y la guitarra en la mano: –“¡Qué tanto escándalo! Sus gritos han espantado a los teros, paisano”. Althusser embistió como un búfalo herido, pero los parroquianos logaron contenerlo.
–“Tramontiná, usted es un calumniador de mi obra. He venido a retarlo a duelo”, dijo empuñando, por error, la cuchara de madera del guiso.

Althusser:

La estructura domina
Es siempre determinante
Declaro un error flagrante
La apuesta voluntarista
Es un rezago humanista
que me repugna bastante

Tengo principios muy firmes,
Y aunque parezca engorrosa,
He sido fiel a mi prosa,
Soy escritor distinguido,
También devoto marido,
Y protector de mi esposa.

Aparicio ofuscado:

Su estilo oscuro y tortuoso
Es menester refutar
Debe usté considerar
Datos, pruebas y ezperienzia
Intuyo yo que su zienzia
Ni la entiende Balibar.

Con Marx nos hizo un enchastre
Con Hegel caricatura
Lo digo con amargura
Este escritor consagrado
La confusión ha sembrado
en su senda de locura.

“¡Sauvage! ¡Cochon argentin!” – maldecía el filósofo mientras los parroquianos lo arrastraban afuera. Aparicio tomó su ginebra y montó hacia el rancho. En el camino lo asaltó el remordimiento. ¿Destilaban maltrato sus versos? ¿No habría sido víctima de la alguna sobredeterminación ideológica? Otro noche de insomnio lo esperaba

APARICIO TRAMONTINA, UN FACÓN HECHO CANTO..

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