jueves, 26 de marzo de 2009

Un sulky trae a Halperín.









El tintineo de las campanillas del sulky cesó en la puerta del rancho. El conductor parecía extraviado, pero Aparicio le indicó el camino al Salado. Sentado sobre un cojín festoneado, el notable erudito estaba tiznado por la polvareda del viaje. Aparicio observó el agobio del profesor. –“¿Quiere un mate, don Tulio?, le dijo en confianza.
–“Gracias, no bebo infusiones”, lo frenó con su voz aflautada. –“La bombilla está limpia. No hay peligro de infeziones, maestro”.
Cuando Aparicio amagó ingresar al rancho, la aguda voz lo sorprendió: -“Le acepto una grapa, Tramontina”. La verborragia de Aparicio merodeó los enigmas y controversias del pasado nacional. Recostado en el catre, Halperín lo escuchaba inmóvil, en recatado silencio. Más tarde Aparicio comprendió que era simple modorra.
Así reseñó aquel encuentro::

Sorpresa tuve en mi rancho
Y no poco desconcierto
Un hombre con aire de experto
Dijo llamarse Alperín
buscaba en la pampa sin fin
“una nación p’al desierto”.


Yo no quise discutirle,
Por respeto y cortesía;
Inventó la burguesía
Las fronteras y naciones,
comparto las opiniones
que el gran Josban sostenía.


Luego trazó un sombrío panorama de la pampa:

El vicio reina en la pampa,
He visto más de un atraco,
Angustiado le destaco:
El delito derecho se arroga
Juan Moreyra aura se droga
Catriel es diler de paco.

APARICIO TRAMONTINA, UN FACON HECHO CANTO.

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