miércoles, 10 de diciembre de 2008

Aparicio y el Pintor







“Su rancho necesita varias manos de pintura”; le espetó un forastero al Aparicio. Llevaba días recorriendo la pampa con un balde lleno de brochas, pinceles y plumines. “Lo tengo algo descuidado”; reconoció Tramontina. “He visto gallineros más pulcros”, replicó con desenfado el caminante.
En menos de una hora, el pintor blanqueó las paredes de adobe. Era rápido y prolijo. Hacía meses que había salido de Méjico para recorrer la América profunda.

El pintor:

Quiero pintar con realismo
La Patagonia lejana
Triste condición humana
Allí padecen los peones
Mientras amasan millones
Los barones de la lana.

Y me sorprende Aparicio,
Su imperdonable ceguera,
No ve que tiene a su vera,
De cuerpo entero a un artista
De profesión muralista,
Mi nombre es Diego Rivera.

Aparicio:

Disculpas pido, maestro,
Sufro por la resolana
Ya su visita engalana
A nuestra pampa sufrida
¿Por qué no trajo a la Frida ?
Ilustre flor mejicana.

Aparicio y Rivera trabajaron ardorosamente aquella noche. La obra quedó terminada antes del amanecer. Las escenas de la “Patagonia trágica” revivieron en los muros de la Sociedad Rural de Pila.
El implacable blanqueo municipal privó a la historia de un memorable testimonio.
APARICIO TRAMONTINA. UN FACÓN HECHO CANTO.

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